Pasan los días envueltos por un halo extraño; pleno de recuerdos, de sueños, de fantasías...de sensaciones nuevas con la sensibilidad puesta en mi que hacer diario. Me sumerjo en mi ciudad particular rodeado de pensares fugaces, casi mediocres que me ayudan a dar un paso antes de desesperarme y arrojar la toalla a la nada...
Pasan y pasan mis pasos de largo cuando paseo por la mezquita de Córdoba, casi al amanecer con tiendas de suvenir cerradas y bares que recojen suministros. Paseo por la judería enredándome en el laberinto de sus calles, en lo ya andado pues no atino qué me ocurre en este amanecer donde sólo escucho mis pasos perdidos en un vuelo de palomas...
Tomo café en un barecito acogedor con música de jazz, un jazz tremendamente relajante y reconocido en mi colección de discos. La camarera me dice que estoy muy perdido ¿por dónde ando? y yo sonrío, estoy en mis cosas le digo y ella no me deja pagar. Salgo por la plaza de las Tendillas justo a las 9 cuando una guitarra da sus 9 acordes ausentes de campanadas me lanza al disparo de mi trabajo...La gente, los coches, la maraña de lo moderno me dice que tengo que trabajar, que me esperan los encargos pero me resisto a abandonarme. El sonido de la ciudad se hace cada vez más fuerte pero la planta de mis pies, fríos y sensibles, me dan la fidelidad de por donde piso...
Entro en Ronda de Los Tejares. Señoras perfumadas, hombres con traje y vagabundos que todavía se envuelven y se revuelven en sus mantas en portales de bancos...El Corte Ingles ya mismo abre, a las diez. Sigo mi ruta mañanera casi ausente de todo, envuelto en sentimientos que son de estas fechas pues la Navidad me da un empujón justo en la flor de una lágrima que se quiere derramar...Comienza a llover y una mujer, atenta a cada cual me mira fijamente a los ojos pues sabe que estoy llorando.