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Hay un anuncio en la tele que me encanta. Invita a la gente a desapender lo aprendido. Quizás, en lo mejor de desaprender y empezar de cero, puede que sea tener la mejor oportunidad de encontrar respuestas a lo que buscamos...
Hace muchos años que deseé tener un pensamiento sin palabras y sin embargo, mucha gente cree en el valor de la palabra y es una cosa que no discuto pero que no me convence demasiado. Dejarse llevar por el mundo del corazón y escucharlo; ser receptivos a lo que nos rodea y volver al origen sin un ruido de palabras, me parece algo tan maravilloso como interpretar mis discos de Jazz.
El lenguaje de la música mueve a casi todo el mundo. Sentir cada melodía preferida nos enriquece de tal manera que muchas veces no podemos explicarla con palabras pero... sin embargo....Es verdad que la música también resulta ser un leguaje que aun así, nos inyecta cosas tan verdaderas que no las alcanza tan fácilmente la palabra.
Desde hace tiempo inmemorial he esperado descubrir todas esas dudas que me ofrecen mis pensamientos en palabras. Alcanzar la paz ha sido algo como intentar besarme mucho y mi corazón, como mujer exquisita, no se dejaba conquistar por falsos motivos ni pretenciones de palabras equivocadas. Conquistar el corazón es como conquistar a la dama más exigente y creo que despues de tanto tiempo y, de tantos empeños, esa dama me escucha algo más...
Mi amigo Antonio Luque me regaló este domingo pasado dos discos maravillosos. Uno es de Herbie Hancock que me parece excelente y el otro es de Michel Petrucciani que gracias a este último, tuve el placer es escribir todo esto que os he contado.
La maravilla de mi pensamiento
no tiene palabras ni notas.
Lo mejor de mi recuerdo
son las huellas de mi silencio
...y en el silencio,
me habla el corazón...
Aún así.
Tantos matices, tantas cosas
tantas notas, tantas palabras
tanto por descubrir...
Para Lola.