Mi madre despertaba al amanecer; cuando el cielo encendía las nubes de rojo y había que ordeñar a las cabras...Yo nací hablando y era precoz en todo, hasta para comprender. Envuelto a la espalda de mi madre, era espectante de la vida de mi tribu y de aquel sol a sol para trabajar. Unos golpecitos de mi mano, bastaban para que mi madre me amamantara en cualquier momento. Chupaba sus pezones con fuerza y la leche corría por mi garganta como lo hace el río de la vida. Ella me cantaba, me protegía y sufría cuando algo no iba bién. Mi padre la abandonó como quién abandona a un perro pero ella nunca me dejó y sacrificó su vida por su único hijo que era lo que más quería...
Llegaron las sequías y las hambrunas; los desordenes sociales y la exclavitud de las personas que nunca hicieron nada, tan sólo existir. Mi mamá me contaba cosas de mis abuelos, de su familia y yo a mi poca edad la escuchaba sintiendo en mi corazón el suyo cuando me amamantaba. Ella era una soñadora valiente...y cuando le daba unos golpecitos, ella sacaba su pecho para darme leche como si fuera una fiesta o la mayor de las alegrías.
La vida en mi país se hizo insoportable. Mi madre perdía peso sin un hombre para ser su señor...Pero yo crecía y crecía de todas las maneras y ella quiso algo mejor para mí.
Con unos ahorros salimos del país unas veces a pié, otras en tren o en un camión escondidos de las fronteras. Mi madre a cambio de dinero dejaba a los hombres dormir con ella o también a cambio de comida. De esa manera llegamos a Marruecos como dos poldioseros. Los marroquies eran falsos y violentos,; nos trataban muy mal al ser negros y mas con una mujer sola a la que le robaban hasta las entrañas...Con unos golpecitos en el pecho mi madre siempre me daba la vida pero ya en sus pechos había moratones de aquello hombres...
En mi vida pude experimentar tal experiencia placentera como ver de cerca el mar. Mi madre contaba cosas maravillosas donde los sueños se hacen realidad y las personas son siempre felices. Ella me hablaba y yo la escuchaba con los ojos muy abiertos pues comprendía mejor que nadie que aquella aventura con sin sabores y su dolor, llegaba a buén fín...
Mi madre sufrió abusos de los que fuí testigo a pesar de mis lloros pero ella lo aguantaba todo, hasta las ganas de llorar. Con su vida pagó el derecho de atravesar el mar con su hijo y unos dias antes de Enero, nos subieron a una barcaza para llegar a España...Con unos golpecitos en el pecho siempre mi madre me amamantaba y en ello ponía su vida y sus besos, sus caricias y el amor infinito de una madre.
En alta mar los días pasaban abrazado a mi madre. Estábamos perdidos. En tres ocasiones echaron al mar a dos ancianos y una mujer que estaba enferma. Mi madre me colmaba de besos y de caricias y yo, con unos golpecitos, chuipaba sus pezones cada vez más hambrientos....
Pasaban los días y madre ya estaba enferma. Respiraba mal y tosía como el hombre que fuma toda la vida. Yo tenía mucha hambre y sed como mi madre hasta que un barco nos recogió. Todos gritaban de alegría pero mi madre ya no estaba en este mundo, había muerto poco antes y yo, entre sus brazos, me separaron de ella con gritos y pataleos; con mis brazos extendidos a su cuerpo inerte como si me arrancaran la vida después de tantas cosas pasadas.
En España me dieron biberones y me colmaron de mimos pero yo lloraba en su ausencia. Se sorprendieron de que un niño pudiera hablar con su razón: algo inaudito y una familia me recogió.
Tengo un cordón umbilical que me une a mi madre. A veces despierto dando unos golpecitos a la almohada como quién despierta con una pesadilla. Aquel día era Noche Buena para los cristianos pero el recuerdo de mi madre fallecida lo llevaré mientras viva pues ella me enseñó tántas cosas con su ejemplo, que se pierden en mi profundidad para llevarme a aquella aldea que fué la cuna donde nací...
Cada Noche Buena deposito en esta playa una flor y una fuerza lejana me grita hasta erizarme la piel ante la valentía de una mujer que lo hizo todo por su hijo; hasta dar la vida...
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