El pasado es un monstruo que me engulle; una estantería de mi biblioteca personal donde guardo los recuerdos de cosas aprendidas y otras por desentrañar...todo un mundo se me viene encima en lo cotidiano en fechas especiales como las que se acercan. El futuro siempre se apoyará en nuestro pasado y sin él, no somos nada.Cada cual capea el temporal de la mejor manera que sabe
Se acerca la Navidad y los días de lluvia; son esos momentos de soledad donde el detenimiento crea un sentir especial y a la vez esa forma de ver las cosas con una lupa de aumento embriagadora. Llegan a mi casa el silencio y la soledad que arropan en la intimidad; como si en este final de año tuviera que rendir cuentas a un punto y final del 2020. Los años desfilan engarzados formando una cadena y mi memoria sin orden ni concierto, rescata detalles que unas veces me hacen reir y otras llorar.
Con mirada inquieta busco recuerdos como si los viera ahora mismo; recuerdo voces del pasado, músicas olvidadas, gentes que no volveré a ver más y hasta pensamientos y sueños que tuve que no vieron la luz... todo tiene la nitidez de la realidad pues ahora mis ojos se detienen en esta pausa del pasado.
Hoy vuelve la imagen de mi padre de forma especial. No hay Navidad que no me emocione ni Nochebuena donde las lágrimas se me salten cuando mi familia se queda en silencio sin decir nada. He luchado en esta vida mas que nadie porque la defiendo pero a veces, uno se hace frágil ante las circunstancias y, llora. Estos días de pandemia son caldo cultivado para mis recuerdos. Prefiero quedarme en casa, escuchar discos y dejar que el tiempo pase como pasan los recuerdos; sin hacer ruido ni armar escándalo. Poco a poco vuelvo a lo cotidiano. Cierro los ojos y mis manos buscan un disco perdido en mi estantería para escucharlo: ha salido Ike Quebec. La verdad es que hace años que no lo escucho y tengo la ilusión de volver a un saxo romántico mientras la noche se deja caer entre la lluvia de la calle y la de mi corazón...