Me llamo Ildefonso Álvarez Gumede. Soy ciudadano del Reino de España y
del mundo entero por gracia de Dios pero en particular, de la localidad
costera de Isla Cristina (Huelva) . Desde hace años inmemoriales mi
familia vive en esta provincia para llevar con orgullo el apodo de "Los
zahinos". Siempre me extrañó este alias por tener mi familia tan oculto
el pudor de un pasado lejano pero... tan noble como el que más. En toda
la estirpe de mi descendencia por parte materna tenemos la marca del
mismo pasado justo en los labios, ya que poseemos unos enormes labios en
honor a un antepasado llamado - Abeeku Gumede-. Fue ciudadano cristiano
de esta localidad, monaguillo suplente y afamado cantaor de flamenco
desde que se descubrió su facilidad en entonar los más variados palos
del cante jondo. Era tan conocido como el más afamado cataor de la
actualidad y quizás la mejor herencia que nos dejó, no fueron sus labios
colgueros sino su magnífico oído capaz de apreciar de un solo golpe
cualquier estilo de música sea del país que sea. Sin ir más lejos, mi
tía abuela de 90 años Encarnación Gumede García, le encanta Frank Zappa y
Miles Davis además de escuchar con regularidad a su amor platónico: Van
Morrison. Abeeku Gumede era poeta pionero del mestizaje en el
sentimiento y la mayoría de la gente de aquel entonces no entendía muy
bien sus mensajes mestizos. Decía algo así como...
Oh!! Bella luna de Isla Cristina como en la sabana de África.
Vine de la nada buscando hospitalidad
y encontré además amor.
Mis dioses son ahora un Dios y
pienso en lo ambiguo que es el ser humano.
Culturas diferentes para quién no las ha vivido.
Palabras que se enredan entre África y España.
Maestro, tú que me enseñas latín para ser cristiano,
¿crees en verdad en el idioma escrito?
No
El idioma no tiene palabras.
Decía
que África y Isla Cristina eran para el una única tierra. Cuando
recitaba aquellos versos, había gente que no entendía para nada su
significado y gente seguidora de su historia que lo consideraba un santo
reencarnado en una piel negra; alguien a quién venerar pues en la vida
se había conocido persona tan sensible a todo con una piel tan negra y
brillosa como la de aquel hombre venido de ultramar... Así, Abeeku
Gumede fue venerado como un enviado del divino y...hasta sabio artista.
Su
mujer se llamaba Felisa Fernández Fernández y era natural de dicha
localidad. Fue mujer sencilla y simple de pensamiento tanto como
descuidada en el vestir por no ser coqueta. Era adicta a las coquinas
que recogía de la playa de Isla Cristina al bajar la marea y algo dada
al vino de la barrica de su padre porque decía que la ayudaba a estar
más cerca de Dios y de su tristeza. Al parecer, no era agraciada en
belleza y según decía mi madre, tenía un tic nervioso que le hacía dar
guiños por doquier a cualquier persona con la que se tropezara y hasta
hubo incluso lenguas que decían eso de que alguna mujer de dudosa
reputación también se los guiñaba. Así pues, fue considerada como mujer
promiscua y pecadora de ambos sexos...
El encuentro de Abeeku y
Felisa fue toda una sorpresa. Ella, como cada atardecer, recogía
coquinas para la cena y él, consiguió llegar a aquella playa huyendo de
un barco cargado de esclavos con dirección al muevo mundo. Felisa era
algo miope y a la poca luz del atardecer, le pareció que era un ser con
quemaduras oscuras buscando alivio en las aguas del mar. Al acercarse,
comprobó que era un hombre desnudo de piel oscura y mirada asustadiza.
Hablaba alguna lengua desconocida y Felisa le ofreció su hospitalidad.
Pasaron
los años y hubo descendencia. Pasaron las generaciones y la piel se fue
aclarando más y más en sus descendientes aunque los labios y el oído
musical de Abeeku Gumede, seguían dando fe de que alguien que vino de
ultramar dejó su huella. Las malas lenguas pusieron a mi familia " Los
zahinos" por el color de nuestra piel y en el día de hoy nos llaman así
por cariño más que nada.
Veo en los telediarios una inmensidad de
mujeres embarazadas...niños que a su corta edad ya son hombres...gente
que sólo busca trabajo y algún dinero para enviar a su familia y que
cruzan el estrecho a sabiendas de que todo puede ser un sueño muy caro
de pagar.Así pués a mis 50 años y viendo que mi segundo apellido va a
desaparecer por falta de descendencia directa, no veo que por vergüenza
deba de ocultar la historia de los Gumede.
Ante todo el apellido Gumede es la huella de la libertad y no del dolor. También de la vida por vivir...
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