Como cada día, el amanecer con su luz se filtraba por la ventana. El carrito de las medicinas se oía venir por el pasillo y algunos con demencia senil, se les escuchaba desde el fondo del pabellón gritar o quejarse. Su compañera seguía aún dormida; sin moverse debido a la medicación. El día menos pensado pensaba que cualquiera de las dos dejaría esa residencia cuando dejaran de respirar y ¿a dónde las llevarían? si estaban ya olvidadas de hacía tiempo, si había personas que no sabían siquiera su nombre...Con la mano en el pecho su corazón seguía latiendo a pesar de sus saltos y de sus sobresaltos. La calefacción estaba alta, el ambiente estaba cargado y el silencio latia como su corazón en días continuos donde el desengaño de la vejez parecía lejano hasta que te das de bruces con el...
Ella no daba castigo. Había quién se quejaba todo el día y también quién lloraba porque tenía la familia lejos o peor aún: olvidada. Venció al virus pero no a la soledad. La Navidad estaba cerca y el dolor de los sentimientos por aquellas fechas era algo insoportable. Pasaban los días en aquel salón de los desahuciados. Con la mirada observaba aquellos rostros con un pasado como el de Antonio que tanto luchó por su hijas que viven en el mismo pueblo y ahora está olvidado preguntándose qué hizo mal...tantas historias personales que pesan en el alma, tanto por recordar para merecer aquello.
Hoy es día de año nuevo. Se despierta antes del amanecer llorando como siempre, en silencio porque ella es soltera con una hermana que vive lejos en otra residencia y ruega a Dios que la lleve con el. Su compañera sigue dormida...Soltera, sin hijos y con un pasado que la ahoga en esas fechas donde más se desea la muerte. Llora con el corazón en la mano; pidiendo lo que es justo para ella y en menos de un minuto, Dios se lo concede...
Descanse en Paz.