Hoy me cerraron la boca por meter la pata hasta no se sabe donde. Mi silencio me hizo sentir una profunda humildad y miré el fondo de mi corazón. Antes de todo ello, me enfadé con esa persona por contradecirme en mi razón y pasados unos minutos, lo agradecí por abrirme los ojos a esa metedura de pata tan garrafal.
Esta tarde, vuelvo a recordar lo bién que nos sentimimos por admitir nuestros fallos y muchas veces, después de llorar, parece que por un momento somos más nobles de corazón. Esta tarde, he sentido miedo de mi mismo porque lo que más me aterra en esta vida no son las meteduras de pata sino, la falta de razón; aquello que parece verdad a carta caval y no lo es. Ese miedo, solo me lleva a escuchar y apredender de los demás en ese intento de ser más humilde con mi razón...
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1 comentario:
Si, si supiéramos escuchar...
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