Norman James estaba echado en la cama y respiraba el aire a bocanadas. Las cortinas de su ventana bailaban chorreando aires cargados de humedad; parecían olas que iban y venían como de alguna playa del sureste de los Estados Unidos. Su sudor, impregnaba la almohada con cada gota que bajaba de la cara al cuello y por momentos, le hacían sentir cosquillas en la piel. Norman James estaba agonizando de cáncer terminal.
Toda la tarde estuvo delirando y hablandole a fantasmas del pasado. Por su mente desfilaban infinidad de imágenes perdidas en el tiempo por tantísimas cosas que le sucedieron. A veces gritaba, otras reía y otras muchas, lloraba porque Norman esperaba de la vida muchos sueños incumplidos y no se quería morir. La habitación estaba llena de enfermos desahuciados tan silenciosos, que pudiera ser que ya dejaron el mundo de los vivos...
Una enfermera entro en la habitación para inyectarle otra dosis de morfina. Ella medía la dosis y el, con la mirada perdida decía...más, más, más, dame más...y ella le hizo caso. Las venas por ser heroinómano las tenía encallecidas y antes de morir su boca seca pedía agua. Nada más. Cerró los ojos y el ángel de la morfina le paró la respiración para siempre...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario