He pasado años en la penumbra del corazón humano. He escuchado en silencio cosas que clamarían al cielo y entre ellas, un asesinato. Mi vida es bastante sencilla. Mis días pasan sin darme cuenta así como los años mientras un reguero de gentes de toda condición confiesan sus pecados...Mi párroco ya está mayor. Es un cura ciego que pone su corazón en remedio a un pecado que mas bien muchas veces es un consejo de amigo. Hay personas que nunca dejan de practicar el mismo pecado y vienen al confesionario para lavarse el alma como quién va a la ducha. La infidelidad es pasto común de estos tiempos y Don Ramiro tiene miles de soluciones con su penitencia. El ha sido testigo durante 50 años de la evolución de esta ciudad y soporta el secreto de confesión hasta el momento donde otro sacerdote también lo confiesa a el. A parte de eso, mi vida es la soledad de una silla de confesionario sumergida en el silencio, apenas sin ser limpiada ni confesada. Durante todos estos años he visto crecer a mucha gente desde su infancia y como su vida va cambiando gracias a la fe de la confesión. Soy una silla de anea hecha con madera de olivo. Me hicieron como encargo para la sacristía y he ido rulando de un sitio para otro hasta que otra silla se jubiló en el confesionario y aquí estoy desde hace 50 años.
Puedo recordar muchos pecados y faltas. Hay quien se confiesa varias veces a la semana así como quién solo lo hizo una vez para casarse. Don Ramiro tiene una luz especial en su corazón y una ceguera en sus ojos. Todo el mundo lo busca para un consuelo o una solución y yo pienso que la gente se siente muy sola en este mundo buscando ese algo que los ayude a vivir...
La mayoría de mis días son cotidianos. Don Ramiro se sienta y espera en este confesionario donde muchas veces ni se estrena. Pronto nos jubilaremos los dos. Tengo una pata que se tambalea y un peso de conciencia donde guardo cosas que claman al cielo. El día menos pensado volveré a ver la luz. No puedo hablar pero si puedo escuchar y algún día, me gustaría que me confesaran...
3 comentarios:
Un punto de vista muy interesante. Un beso
Hola compañero, pienso que no solo la silla de anea hecha con madera de olivo podría decir muchas cosas puesto que es oyente pasivo, sino que además don Ramiro si hablara la de cosas que habrá escuchado en el confesionario temblaría la tierra.
Estoy de acuerdo que hay personas que nunca dejan de cometer el mismo pecado, y que la infidelidad es el mal de estos tiempos, pero hay que pensar en positivo, quizás algo cambie.
Tú relato es de una gran belleza, se palpa la añoranza y melancolía por la pronta jubilación. Quizás entonces la silla podrá confesarse aunque nadie le escuche.
Muy buena narrativa, te aplaudo.
Un abrazo
Esa silla, el día que hable que quizás llegara contara tantos secretos que la tierra temblará. Un buen texto. Abrazos.
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